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Promover políticas públicas enfocadas en el mejoramiento de la escritura es clave para encender la luz de la educación

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Investigaciones educativas recientes en Costa Rica y la región, revelan que la escritura y la comprensión lectora de los estudiantes requieren fortalecimiento.

El Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE), publicado este año, elaborado por la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura de las Naciones Unidas (UNESCO), demostró que, antes de la pandemia, más de 5 de cada 10 estudiantes costarricenses de sexto año escolar tenían problemas para escribir textos coherentes, mientras que otros 5 de cada 10 alumnos de este año escolar no podían leer ni comprender un texto básico, lo que ponía en peligro su graduación de colegio y alcance a futuros  trabajos dignos. 

Con el objetivo de promover la discusión sobre este tema y aportar experiencias de buenas prácticas que puedan ser replicables y contextualizadas en nuestro país, la Universidad Nacional (UNA), la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA), el Ministerio de Educación Pública (MEP), ProLEER y el Estado de la Educación realizaron la Conferencia Política pública para mejorar la escritura: el caso de Chile”, impartida por Soledad Concha, académica e investigadora de la Universidad O´Higgins, quien ha liderado un proyecto pionero para mejorar la escritura en Chile. 

Concha resaltó que “la escritura es un medio para participar de la cultura letrada, una herramienta de poder y transformación social, para aprender y desempeñarse en entornos académicos y laborales, así como un medio de construcción y expresión de la identidad, el pensamiento propio, las emociones y la creatividad, por lo que es indispensable generar políticas públicas que aumenten la motivación y la didáctica de la escritura”. 

Según Renata Villers, directora ejecutiva de ADA, “aprender a leer y escribir bien en la primaria requiere motivación y oportunidades frecuentes de lectura y escritura con un propósito. La mayoría de los niños en el sistema escolar carecen de motivación y de oportunidades para leer y escribir con un propósito, como lo reflejan los datos de varias encuestas. En poblaciones con poco acceso a los libros, contar historias, a través de la escritura narrativa, puede ser una forma particularmente motivante de involucrar a los niños a expresar sus aspiraciones, inquietudes e imaginaciones, a la vez que lean las expresiones de otros estudiantes como ellos”.

Richard Navarro, asesor nacional del Departamento de Primero y Segundo Ciclos de la Dirección de Desarrollo Curricular del MEP, manifestó: “El lenguaje es la base de las demás áreas del saber y constituye una herramienta fundamental para el desarrollo de la identidad, así como para su integración en una sociedad inclusiva y democrática. Por medio del lenguaje, (tanto oral como escrito), se propicia el desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo, la creatividad y el diálogo, la comunicación afectiva y emocional. De ahí la importancia de que toda la ciudadanía esté en la capacidad y disposición de disfrutar, apreciar y entender la literatura, además de expresar su sentir y su pensar por medio de las letras. Si bien el desarrollo del lenguaje es un proceso que comienza desde el nacimiento, la escuela tiene la responsabilidad de desarrollar las competencias comunicativas orales y escritas de cada estudiante, sin distingo de sus condiciones particulares, para que se desenvuelvan con propiedad y eficacia en las variadas situaciones de comunicación que enfrenten. Lo anterior implica que el estudiantado desarrolle su pensamiento, su expresividad y su capacidad de comunicarse e interactuar con los demás en el ámbito personal y social”.

“La tendencia internacional es indiscutible en mostrar que la motivación a la escritura desciende a lo largo de los años escolares, y esto genera bajas calificaciones, bajo desempeño académico general, experiencias de fracaso, baja percepción de autoeficacia y baja autoestima académica. Por eso, queremos aportar a la creación de soluciones dentro de los sistemas educativos de la región, compartiendo nuestra experiencia con el Plan Nacional de Escritura de Chile”, comentó Concha. 

El Plan Nacional de Escritura se centró en aumentar la motivación de los estudiantes hacia la escritura, continuar con la didáctica de la escritura una vez que se haya mejorado el sentido y la motivación por escribir; y promover la creación de comunidades de escritores en las que escribir es valorado y las personas reflexionan en conjunto sobre los contenidos y sobre la forma de la escritura; todo esto, a través de la distribución de “diarios de escritura” que fueron entregados a los estudiantes de todas las regiones chilenas y de talleres de docentes que les brindaron herramientas para poder generar cambios significativos en los alumnos”, agregó. 

Otro hallazgo importante de esta experiencia es que, para lograr verdaderos cambios en el panorama de la escritura y lectura escolar, es necesario trabajar en proyectos que contemplen el contexto de los estudiantes, que los hagan escribir sobre temas personales, que tengan relevancia para ellos, que les permitan expresar emociones, reflexionar sobre su entorno y, al mismo tiempo, desvincular el concepto de la escritura como algo “obligatorio” o “impuesto”.

Por su parte Ana María Hernández Segura, académica y coordinadora del proyecto Literacidad de la UNA y quien moderó la actividad académica, argumentó: “Leer y escribir son dos verbos complejos porque están permeados por las prácticas socioculturales, las cuales son dinámicas y cambiantes, en este sentido, no podemos dejar al margen a las familias y comunidades de donde provienen nuestros niños y niñas. Es importante que la persona docente conozca cómo son esos ambientes letrados que viven sus estudiantes fuera de la institución educativa, porque algunos pueden ser ambientes enriquecidos lingüísticamente y otros no tanto; este es el reto y punto de partida que se debe considerar para abordar los procesos de lectura y escritura en la escuela.  Como indica la psicóloga y educadora Emilia Ferreiro, tenemos que propiciar y construir un vínculo de confianza de los niños y niñas con su ingreso a la cultura escrita para que puedan circular con confianza a lo largo de la vida por ese mundo letrado, porque estar inmerso en la cultura escrita, es mucho más que saber las letras, es comprender y leer el mundo”. 

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